sábado, 4 de julio de 2015

Diecinueve años



Hace unos meses, mi amiga Ana recordó en su blog todas las cosas que preparó artesanalmente para su boda

Viendo todo aquello, me doy cuenta que la mía fue una boda un tanto especial 

  • Me casé un jueves. Reconozco que la diferencia de precio en los menús y la facilidad para encontrar sitio en la Iglesia contribuyeron a ello
  • Fui yo sola a elegir y probarme mi vestido de novia. Ni me llevaba especialmente bien con mi madre, ni quería dejarme influir por sus gustos. No tenía muy claro lo que quería, pero desde luego sí lo que no quería. Me horrorizaba parecer un merengue y buscaba algo especialmente sencillo. Espartano a poder ser, que no pudo ser.
  • No estaba nerviosa en absoluto. Al menos que yo me diese cuenta. Tanto es así que salí a dar un paseo antes de ir a la peluquería y me olvidé que la maquilladora me había adelantado la cita una hora. Llegué de milagro.
  • No hice despedida de soltera al uso. Unos días antes de la boda, salí a cenar con unas amigas (pagando religiosamente cada una lo suyo) y aunque habíamos pensado tomar unas copas, parte de los coches se perdieron en la A-6 y nos recogimos pronto
  • No hubo ni pajes llevando arras o anillos, ni damitas de honor, ni lluvia de pétalos. De hecho mi marido se dejó las arras en casa (las mismas con las que se habían casado sus hermanos) y las nuestras fueron monedas de duro; eso sí, nuevas y relucientes. Algunos cafres amigos de Carlos nos tiraron caramelos a la salida. Fuerte y apuntando a la cabeza.
  • No hubo recuerdos para los invitados. No me gusta esa costumbre. No hay más que hablar.
  • No tiré el ramo entre las invitadas solteras. Hubiera sido divertido, pero (salvo una rosa que le regalé a una chica que vino a vernos salir de la Iglesia) el ramo tenía una destinataria clara: mi prima Alicia, que había pasado recientemente por una dolorosa ruptura. Y fue la siguiente en casarse, mira tú.
  • Mi primer beso de casada no me lo dio mi marido, sino mi entrañable amigo Fernando.
  • Fui una novia hambrienta. Eso de que las novias no comen no va conmigo. Le dí con fruición a la tortilla de patata y a las gambas en el coctail
  • No hay video, y apenas una veintena de fotos, en las que mi marido y yo nos miramos con una cara de tontitos que me encanta ver.
  • Fue un día estupendo, pero en absoluto el más feliz de mi vida. El rito, la fiesta, el baile, los amigos, la familia… todo eso no es más que cascarón del huevo importante, que es el de quererse y luchar por el cariño.


Y todo esto os lo cuento hoy, que hace diecinueve años de aquello.

Hoy, que no voy a tener tiempo de nada porque estoy metida de lleno en la semana de más trabajo del año. Nerviosa y agotada. Atacada y feliz. Con diecinueve años más que entoces, y diecinueve años más de amor. Porque como dije una vez, no te quiero como antes. Te quiero MEJOR.